
En 1985 Francisco Lombardi, nombre propio de la cinematografía peruana, llevaría a la gran pantalla la adaptación de la primera, y posiblemente más conocida, novela del escritor Mario Vargas Llosa, hablamos de La ciudad y los perros.
Tuvo un éxito bastante reseñable, pues es una adaptación correcta, que no traslada el sentir de la novela página a página pero, como ya le ocurre a Crematorio de Chirbes, son historias muy difíciles de adaptar, luego veremos el porqué.
Algunos de los intérpretes que intervienen en la película son Pablo Serra (El Poeta), Gustavo Bueno (Teniente Gamboa), Luis Álvarez (El coronel), Juan Manuel Ochoa (El Jaguar), aunque hay otros cuantos. Uno de los éxitos de Lombardi es reunir un plantel muy jóven que acabará conformando la primera plana de la interpretación peruana en los siguientes años.
Mario Vargas Llosa es un personaje profundamente polémico, un hombre que se ha movido, a mi modo de ver en una elección equivocada, por los cauces de la política en su país, lo que le ha generado muchos enemigos entre sectores de la izquierda en general. Pero si uno dedica unos segundos a escucharlo, a sentarse en una mesa y oir lo que tiene que decir, llegará a la única conclusión posible de que nos encontramos ante un auténtico intelectual, quizás de los últimos que quedan, y merece ser escuchado.
Su andadura comenzará con La ciudad y los perros, pero ha recorrido mucho camino desde aquél año 1961 en que terminó la novela en una buhardilla de París. Desde entonces han transcurrido los títulos y los éxitos: Conversación en la catedral, La Tía Jula y el escribidor, La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, y así hasta ganar el Premio Nobel en 2010, año en que publicó su última novela, El sueño del celta.
Una cuestión muy interesante que da veracidad a sus historias es el hecho de trasladar notas biográficas a sus personajes y situaciones: así, Conversación en la catedral narra sus años en la universidad, Las travesuras de la niña mala nos habla de su época revolucionaria, cuando integró un partido comunista radical, y La ciudad y los perros se sitúa en su niñez. Característico es también la mezcla que logra en sus novelas al añadir a esos datos biográficos situaciones históricas, como pueden ser el mayo del 68, la dictadura de Trujillo o las colonias en tiempos de bizarros exploradores.
Y es que ésta historia nos habla fundamentalmente de la niñez, la educación y la virilidad en una sociedad absolutamente machista, o como poco muy masculina. Nos encontramos en el colegio militar Leoncio Prado donde adolescentes y jóvenes internos reciben educación secundaria bajo una férrea disciplina militar. El colegio viene a ser como un cuartel del ejército, y la enseñanza se basa en la estructura y principios del servicio militar.
La novela se basa en un reparto coral, son varias las voces que cuentan la historia y todas ellas proagonistas de los hechos que se vivirán tras las puertas del colegio, pero la película prescindirá de éste recurso y se centrará especialmente en uno de ellos. Es fácil entender el porqué de la decisión de Lombardi a éste respecto, y es que no es fácil mantener al espectador implicado en la película si no tiene un sujeto con el que identificarse especialmente. Puede diluirse en el camino que se realiza si el protagonismo se diluye entre tantísimos personajes secundarios y principales, especialmente si ese espectador es ajeno a la cultura que se nos está contando.
Las escenas son duras, como dura es la novela, en las que se muestra la pérdida de humanidad como una virtud frente a lo que podría ser un defecto entendido como una debilidad, se busca destruir esa inocencia infantil a base de vejaciones y abusos. En ese aspecto, el sentido claro de la obra y película es de denuncia, crítica social hacia lo que se entendía por educación durante un tiempo en el Perú. Pero no sólo hay denuncia, pues en el colegio encontraremos chicos pobres, chicos ricos, de distintas razas y castas sociales, y sus conversaciones nos proporcionarán un claro fresco socio-político del país, que es el éxito que logra Llosa en su novela.
Francisco Lombardi es muy posiblemente el nombre propio del cine peruano desde hace años, cuando fundó la productora Inca films y se dispuso a rodar películas, más de 15 películas hasta el momento. Lo cierto es que no es un autor excesivamente conocido a nivel general en la cinematografia más internacional, pero es un habitual de los festivales europeos, cosechando numerosísimos premios, especialmente en el festival de San Sebastián. Además, el mundo que rodea a Vargas Llosa no le será nada ajeno en el futuro, pues también llevará a cabo la adaptación de su obra Pantaleón y las visitadoras.
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