
" Un pájaro que podía cantar, pero no supo volar "
Posiblemente el que fuera uno de los más grandes, y también polémicos, directores de los clásicos de Hollywood, Elia Kazan, supo dirigir una de las mejores películas que nunca se hayan podido filmar sobre la mafia en los EEUU, todo ello contando con la interpretación de uno de los mejores Marlon Brando. Hablamos, claro, de La Ley del silencio, policíaco rodado en 1954, producido también por Kazan, e interpretado por Brando, Eva Marie Saint, Lee Cobb, Karl Malden, Rod Steiger y Leif Erickson, consiguió alzarse con hasta 8 Oscars (entre ellos la mejor película) y ser el filme más galardonado en el Festival de Venecia de 1954.
La que fuera de las primeras películas en tocar el tema del sindicalismo en los EEUU, cuenta la historia del ex-boxeador Terry Malloy y los porteadores de los muelles de Nueva York, barrios humildes de trabajadores que viven bajo el yugo del crimen organizado. El hermano de Terry, Charly, es uno de los capos de la banda que controla el Sindicato de Descargadores de Muelles, que aglutina entre sus competencias la de repartir el trabajo a dedo entre los peones que se aglutinan a las puertas de los almacenes. En ese contexto, por instigación de su hermano, Terry conduce a uno de los porteadores a una trampa mortal preparada por los gangsteres para evitar que éste delate las prácticas mafiosas del sindicato ante la fiscalía de la ciudad, motivo por el cual, y tras enamorarse de la hermana del peón asesinado, Terry empezará a replantearse su futuro y sus acciones.
Sin duda es una película de gran interés por varios motivos, empezando por el costumbrismo histórico de una época que se extiende hasta tres décadas después, como ya lo vimos en Hoffa o incluso en la segunda temporada de The Wire, donde se evidencia el control que los grupos mafiosos de turno ejercen sobre los sindicatos de diversos gremios, ya fueran los transportistas o los porteadores. Siempre son grupos estratégicos, dado que para llevar a cabo actividades como el contrabando, especialmente en los años 20 de la Ley Volstead, era fundamental controlar los canales de distribución. Algo que hoy en día sigue ocurriendo a diferentes niveles con el tráfico de estupefacientes. Lo cierto es que ese férreo control que vemos en Hoffa, La Ley del silencio, El enemigo público, ha ido disminuyendo progresivamente según pasaban los años, hoy en día la situación no es ni siquiera parecida, pero lo cierto es que fueron muchas décadas de prácticas mafiosas.
Y hablamos de costumbrismo o incluso de realismo, por esa fotografía de grises sobre los tejados de la ciudad, entre los callejones oscuros, los bares a los que acuden los porteadores y gangsteres o las magníficas escenas en los muelles y barcos, descargando contenedores. Todo ello deja la estampa de una época, unos años marcados por las claves que presenta la película en cuanto a las coacciones que los trabajadores sufrían por parte de una minoría que controlaba el trabajo y los salarios en los muelles, apareciendo una sub-cultura, una sociedad en la sombra paralela al Estado que ejercía una violencia desmedida, totalmente al margen de los poderes legítimamente constituidos, los últimos coletazos de aquélla mafia que apareció con las bandas de Meyer Lansky, Bugsy Siegel, Lucky Luciano y Al Capone, que posteriormente sufriría la transformación por el narcotráfico que aparece en los 60 y se pule en los 70. De hecho fue ese costumbrismo el que logró elevar a los altares la cinta de Kazan, contraponiéndolo a las corrientes del neorrealismo europeo, también por la historia de corrupción que nos estaba contando, así como por la numerosa cantidad de símbolos cristianos con los que cuenta la cinta. A este respecto resulta difícil no dedicar unas palabras a la magnífica interpretación de Karl Malden en su papel de Padre Barry. Claves similares también por la imágen que la cultura latina tiene del delator o soplón, que la película se encarga de potenciar con gran maestría.
También comentábamos la imágen polémica de Elia Kazan, y es que fue uno de los más activos delatores en la caza de brujas que el senador McCarthy emprendió contra todo aquello que oliese lo más mínimo a izquierdas en EEUU, con consecuencias demoledoras especialmente para la profesión del cine. A pesar de esto, sería un gravísimo error pretender no disfrutar con uno de los más grandes directores que los EEUU ha tenido nunca, y por supuesto con una de las más grandes obras maestras entre los clásicos del cine negro.
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